martes, 11 de noviembre de 2014

Los beneficios de la oración

Leer | Romanos 12.10-12

Al Señor Jesús le encantaba hablar con su Padre y buscar siempre la oportunidad de estar a solas con Él. A veces, hablaba con Dios delante de muchas personas, o pedía a algunos de sus discípulos que lo acompañaran a orar. Debido a que oraba con frecuencia, el Señor Jesús seguía la dirección del Padre, participaba de su trabajo, y comunicaba sus palabras.

Cuando tomamos en serio la oración, nuestra intimidad con el Señor crece. Cuanto más escuchamos y hablamos con Dios, más lo conocemos. Todo lo cual nos ayuda a ver al mundo desde una perspectiva divina. Las cosas que importan a Dios se convertirán también en nuestras preocupaciones, y nuestras oraciones reflejarán cada vez más sus intereses. Las oraciones respondidas nos animarán y aumentarán nuestra fe.

Con el tiempo, la disciplina de la oración debe comenzar a tener un efecto purificador en nosotros. El Espíritu Santo pone la verdad de Dios en nuestros corazones cuando permitimos que el estudio regular de la Biblia alimente nuestra comunión con Él. La relación consecuente con la Palabra de Dios nos revelará aspectos personales de carnalidad, y el Espíritu nos dará el poder para cambiar. Además de esto, aprenderemos a reconocer en qué quiere el Señor que nos involucremos, y cómo invertir nuestro tiempo, dinero y dones espirituales en su obra. Por medio de la oración, recibiremos también paz —incluso cuando las circunstancias empeoren o se mantengan iguales (Is 26.3).

Son muchos los beneficios de la oración, pero el más grande de todos es el gozo que proviene de pasar más tiempo con el Señor.

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