sábado, 18 de octubre de 2014

Que Jehová te reprenda (Jud. 9).

“Cuando Miguel el arcángel [es decir, Jesús] tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés”, no se excedió en su autoridad, sino que fue humilde y modesto. Con gusto esperó a que Jehová, el Juez Supremo del universo, se encargara del asunto a su debido tiempo y manera. Sin duda, entre las cosas que Jesús aprendió en el cielo estuvieron las profecías sobre su vida humana. Por lo tanto, es muy probable que antes de venir a la Tierra a vivir y morir como el Mesías prometido ya supiera las desagradables experiencias que le aguardaban. Aun así, el Hijo unigénito de Dios aceptó la misión. ¿Por qué? Porque era humilde. El apóstol Pablo destacó este hecho cuando escribió: “Aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres” (Filip. 2:6, 7)

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